jueves, 19 de febrero de 2009

Protestas contra una supuesta viñeta racista en EE.UU.


Tras la aparición de esta viñeta, hubo concentraciones en la sede del tabloide New York Post para exigir su cierre al estimar que se comparaba al presidente norteamericano Barack Obama con un chimpacé.

El animal muerto a tiros por el policía hace referencia a "Travis", un chimpancé muy popular en EE.UU. que fue abatido por la policía el pasado lunes en Connecticut, tras herir a a un amigo de su dueño. La frase del policía dice algo así como "Tendrán que buscar a otro para firmar la próxima ley de estímulo económico".

Más en Times online.

Afroyaya


Afroyaya. n. f. Dícese de toda yaya o abuela que por alguna extraña mutación genética o derivada de agentes externos (principalmente altas dosis de laca "Nelly" o similar) ha desarrollado un crecimiento inusitado de su mata cabellera, formando una suerte de montaña de pelo que cuestiona las leyes de la gravedad. Posee además un ilimitado caudal de acervo aguileñomurciano.

El señor José María Lajarín, en un acto de benevolencia y extrema crueldad al mismo tiempo (miren ese pobrecito diente que le ha dibujado), ha creado este personaje que aparecerá en las sucesivas entregas del ezine La palanca de cambio.

Los filólogos comiqueros seguiremos las entregas con fruición.

martes, 17 de febrero de 2009

Primer tebeo editado en España


Joan Navarro en otro aporte fundamental a la historieta expone en su blog, Viñetas, el primer tebeo editado en España, Historietas ilustradas, obra del alemán Guillermo (Wilhelm) Busch. (Click en la imagen)
NOTA: Y no se pierdan la entrada anterior de Navarro, con la versión española de Buster Brown, titulada Juanito y su perro. Curiosa su edición de 1906...en forma de acordeón.

lunes, 16 de febrero de 2009

Caras y Caretas: una historia



Una de las revistas señeras en el mundo hispanohablante es sin duda Caras y Caretas. Nacida en ese tumultuoso período entre siglos, con las revoluciones a la espalda y el futuro amplio y prometedor al frente. El 8 de octubre de 1898 se ponía en venta el primer número de Caras y Caretas a 25 centavos. Tras trece números, el precio se redujo a 20 y así quedaría hasta la desaparición de la revista en 1939 tras su primera etapa. Mientras España se buscaba a sí misma, atónita y deprimida ante su largo declive internacional, rematado por la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, otros, también españoles se embarcaban en una de los proyectos clave del periodismo latinoamericano. Los protagonistas de esta primera etapa de la revista fueron el castellano Eustaquio Pellicer, el andaluz Manuel Mayol, el gallego José María Cao y el entrerriano José Sixto Álvarez (Fray Mocho), secundados por el criollo y expresidente nacido en Montevideo, Bartolito Mitre. Tres de los cinco integrantes del núcleo de Caras y Caretas eran españoles emigrados, dato que no se debería pasar por alto, máxime si recordamos que las revistas ilustradas del XIX en Cuba tuvieron el protagonismo de otro emigrado Víctor Patricio de Landaluce, periodista, dibujante, proto-historietista y pintor que marcó un hito en el despegue de estas publicaciones en la Isla. No me entiendan mal, no se pretende una reivindicación de la españolidad de un medio impreso que daba sus primeros pasos. Tenemos un pensamiento más transnacional. Pero me extraña que en España poco o nada se sepa de estos pioneros, arquetipos de un momento de la historia plagado de proyectos sensacionales que han caído en el más absoluto ostracismo.



El monográfico La Tragedia y la Comedia de la Argentina 1898-2008 (María Seoane y Víctor Santa María) es un precioso estudio de esos 110 años del semanario Caras y Caretas. Ilustrado profusamente con las portadas originales de muchos de sus primeros números, propone un recorrido por las cuatro etapas de la revista: 1) 1898-1939; 2) 1951-1955; 3) 1982-1984; 4) 2005-

Hubo otras revistas argentinas anteriores a Caras y Caretas como Don Quijote y El Mosquito pero estas dos últimas no consiguieron dar ese paso fundamental hacia la profesionalización del periodismo ilustrado, tomando como modelos formales las revistas europeas de la época como la alemana Simplicissimus. Sin embargo, como menciona la profesora Geraldine Rogers, la mayor influencia provenía de los Estados Unidos donde la fórmula de contenido misceláneo, se combinó con un precio asequible para el lector y el efecto atractivo de las ilustraciones. La era de la imagen llamaba a la puerta.

La revista retrató la llega masiva de inmigrantes en reportajes fotográficos de alta factura. O la construcción del Congreso de la Nación, sin olvidar el Obelisco santo y seña bonaerense. Se dedicaron especiales a la Gran Guerra y se apoyó sin ambages el primero de una larga serie de golpes de estado en la Argentina en 1930.

Caras y Caretas se vendía al mismo precio que un paquete de cigarrillos y la propia revista lanzó su marca de pitillos. La publicidad, que con el discurrir del tiempo fue ocupando gradualmente más espacio en la revista (25% en 1900, 38% en 1910, 36% en 1931) se convirtió en otro de sus atractivos en una constante fuente de ingresos que permitió internacionalizar su venta a toda Latinoamérica, llegando incluso a los Estado Unidos. Las ventas acompañaban y si en 1904 se registraron tiradas superiores a los 80.000 ejemplares en 1912 llegaban a las 111.000 copias.

¿Y la historieta?

De sobra es sabido que fue Caras y Caretas la pionera en introducir historietas en los medios impresos argentinos y tal vez en toda Latinoamérica con el permiso de Angelo Agostini. Las Aventuras de Viruta y Chicharrón, obra del (¡albricias!) también español Manuel Redondo vieron la luz el 27 de abril de 1912. Un plagio a todas luces de la serie norteamericana de George Mc Manus Spare Ribs and Gravy, que llegaba a Argentina hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, pero ante la popularidad de la historieta se decidió continuar…hasta la década de los 30. en 1912 aparece otra de las ancianas historietas argentinas: Don Goyo Sarrasqueta y Obes, que tras su primer año (dibujada por Alonso) quedaría a cargo de Redondo. Ya en la década de los 30 aparece la tira Las desventuras de Maneco, de Linage, en una temprana representación de la viveza porteña. La frase con la que se remataban las aventuras era “¡Sonaste, Maneco!”, que se hizo muy popular hasta mediados del siglo XX. Los aficionados a la historieta reconocerán en esa frase el título de una excelente revista digital: ¡Sonaste Maneco!




Este excelente monográfico, La Tragedia y la Comedia de la Argentina salió a la venta en octubre de 2008 a 30$. Le debo a un buen amigo su compra y envío a la Pérfida Albión. A veces a uno esto del mundo globalizado no le parece más que una vulgar patraña. ¿Por qué no se ha podido vender esta obra en España? Probablemente por la escasa venta que habría tenido. Puñeta.

domingo, 15 de febrero de 2009

International Journal Of Comic Art estrena Blog


martes, 3 de febrero de 2009

Historietas Sevillanas de Andrés Martínez de León



Lo que ha hecho la editorial Viaje a Bizancio con la reedición del Álbum de Historietas Sevillanas (2008) de Andrés Martínez de León, es una temeridad. Y si no, a los hechos me remito.


Atreverse a reeditar una obra 80 años después con el chaparrón editorial que reciben los lectores cada mes en las librerías, es cuando menos valiente. Por eso empresas de este tipo (si no lo remedia un súbito cambio de gustos) están abocadas al fracaso comercial…pero también (y más importante) a la excelencia editorial. No sé cuántas copias se venderán de Historietas Sevillanas pero el que decida arriesgarse con Martínez de León se llevará a casa un trocito de historia, un mucho de folklore y otro tanto de dialectalismo en estado puro. Una joya.

Uno tiene dificultades a la hora de definir las historietas que componen el libro. En primer lugar, ¿son verdaderamente historietas? Una justa respuesta sería “¿y qué importa?” El humor que despliega Martínez de León es ese humor de calle, que todo el mundo reconoce como propio, ya sea de Coria del Río, de Vigo o Albacete. Es un humor fresco y ágil que te arranca sonrisas y también carcajadas. En su mayoría, este humor reside en el componente lingüístico que, en el caso de Martínez de León, es parte esencial de su obra. Y aquí es cuando uno tiene dudas a la hora de hablar de “historietas”. Cada episodio funciona perfectamente sin la imagen pero no ocurre igual al revés. Hay ejemplos en los que la imagen carga con todo el peso (narrativo y humorístico), como en la historieta “El capitalista”, en la que un muchacho se lanza al ruedo para darle unos pases al toro hasta que un guardia civil lo detiene. La leyenda que figura en la parte central de la historieta “No siempre se premia la heroicidad, justamente” bien podría haberse omitido. La historieta, con una selección de viñetas (siempre sin marcos) funcionaría perfectamente gracias al carácter diegético que imprime el autor al conseguir una secuencia en los hechos. Pero no siempre se consigue esto último. Y ahí de nuevo la duda ¿son historietas?


En cualquier caso, se agradece (mucho) poder leer obras como ésta, originalmente publicada en 1926, aunque sólo sea por recuperar una parte de nuestra historia cultural que todavía necesita de muchos mimos. Y si existen dudas sobre la categorización de la obra en historieta o no, tanto mejor. Salgamos de las categorías y disfrutemos de la obra de arte que es en definitiva lo que importa.


En resumidas cuentas, una obra más que recomendable, especialmente para aquellos que gustan de la arqueología cultural, pero no de aquella que ha quedado momificada sino de la que se muestra fresca y lozana 80 años después, porque ésa es la impresión que uno recibe al leer Historietas Sevillanas, que el tiempo no es nada porque la lectura se muestra actual y cercana al lector del 2009.


Quizá una parte esencial de esta contemporaneidad de la obra sea su dialectalismo, su apuesta por la oralidad del lenguaje, una constante en la obra de Martínez de León. Contrariamente a lo que uno podría pensar (porque la lengua está siempre en constante cambio) es precisamente el uso de coloquialismos, fraseología, dialectalismo en definitiva, el que aporta ese sustrato de juventud al conjunto. Lo hemos disfrutado con Carlos Giménez en obras espectaculares como Barrio o Paracuellos en las que el autor se transportaba a su niñez para retratar el habla de la calle. Y lo vemos ahora cuando los autores de Brancaccio (Norma 2009), Giovanni di Gregorio y Claudio Stassi, subrayan la importancia de ese código lingüístico que conocen a la perfección y que dota a la obra de autenticidad.


Mis felicitaciones y mi profundo agradecimiento a Viaje a Bizancio por su arrojo al lanzarse a reeditar esta obra. Tan sólo cabría esperar que las instituciones públicas arrimaran el hombro comprando copias para (al menos) las bibliotecas públicas.