Hacia 1971, se publicaba el libro Para leer al Pato Donald de Dorfman y Mattelart, que ahondaba en las ideologías imperialistas subyacentes en las historietas de Disney. En su momento fue una publicación chocante, renovadora, que buscaba crear una historiografía propia del cómic latinoamericano. La intelectualidad del momento, motivada por el ascenso a la presidencia chilena de Allende y el exitoso proceso revolucionario cubano, reaccionaron contra la ingente cantidad de publicaciones norteamericanas de cómic que poblaban no solo Chile, sino toda Latinoamérica. Pero entonces llegó Pinochet y el tipo de las gafas oscuras y semblante estreñido (Dios le tenga en su más abyecta cloaca) y puso las cosas en su sitio. En el sitio que a él le gustaba, claro. Lo cierto es que si la lectura de Para leer al Pato Donald me impresionó sobremanera la primera vez que la leí, ahora, se me antoja un tanto desfasada, incluso pedante en algunas argumentaciones. Aunque, pese a todo, me gusta.
Después de este devaneo temporal, vuelvo al asunto que quería tratar. La mejor revista sobre historieta latinoamericana del momento es la Revista Latinoamericana de Estudios Sobre la Historieta, editorial Pablo de la Torriente (La Habana, Cuba). En su número de diciembre de 2003 viene un fantástico artículo de Jorge Negrín (profesor de la Facultad de Artes y Letras en La Habana) sobre el humor revolucionario. Como sería un tanto aburrido ponerme a comentar un artículo que no mucha gente habrá leído por problemas de distribución de la revista, prefiero incluir 3 ejemplos de ese humor revolucionario y 1 anterior, de principios de siglo XX (el de Liborio, de Ricardo de la Torriente). Son tan solo un ejemplo de cómo en el proceso revolucionario cubano estuvieron o tuvieron que estar todos los sectores sociales y culturales involucrados. "Con la revolución todo, contra la revolución, nada" dijo Castro a los intelectuales en aquel mítico discurso al poco de echar al dictador Batista. Como para llevarle la contraria…
Figura 1. Liborio, como representación del pueblo cubano, encadenado con la Enmienda Platt, que aprobó el senado estadounidense en 1902 para arrogarse el derecho a intervenir en Cuba cuando lo estimaran oportuno.
Figura 2. El "Loquito" de René de la Nuez ve cómo los revolucionarios bajan de Sierra Maestra (1958).
Lo que dice el personaje del sombrero es: "No me duele tanto que me hayan quitado las tierras, como mis guajiros".
0 comentarios:
Publicar un comentario