Podrían haber sido familia. Una suerte de tío lascivo y bebedor que reía a mandíbula batiente agarrando los dibujos de su sobrino enclenque y genial. Podrían haber sido familia. Uno, referente de la Beat Generation, máximo exponente del realismo sucio en literatura. Su estilo, inconfundible, irreverente y bastardo, pero al mismo tiempo repleto de autenticidad. El otro, gurú del comix underground, libidinoso y surrealista, sin dejar de tocar el suelo con historias que respiran realidad. Podrían haber sido familia.
Leer a Bukowski sin duda marcó un antes y un después en mi apreciación de la literatura. Obras como Mujeres, Factotum, Pulp, Escritos de un viejo indecente, Erecciones eyaculaciones, exhibiciones o la última novela del viejo Hank, El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco (deliciosamente ilustrada por Crumb) dan cuenta de lo que para Bukowski era el ejercicio literario. Martillear la máquina hasta que explote. Largas horas (siempre de noche) frente a la máquina y con el whisky al lado, hasta quedarse vacíos, escritor y botella.
La presencia de Crumb en el cómic ha tenido una repercusión todavía mayor que la de Bukowski en literatura. Crumb puso el cómic boca abajo, adoptando una visión nueva y refrescante en un medio dominado durante 30 años por historias de superhéroes. La importancia de Crumb le sitúa en el panteón de los más grandes, junto a Eisner, Hergé, Breccia, Moore, Escobar o Vázquez.
Estaba revisando uno de los últimos álbumes publicados por Robert Crumb, The Sweeter Side of Robert Crumb (2006), allá en su apacible retiro francés. La faceta paisajística es sin duda la menos conocida de Crumb.
2 comentarios:
Hey, tío, bien escrito.
Gracias, hombre!
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